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Esos pequeños detalles...

Zhao Yang (I)

 

Nos encontramos en mi segundo viaje a China. Era el primer viaje que decidíamos organizar por nuestra cuenta, sin el apoyo de nuestros colaboradores chinos, y me tocó la responsabilidad de hacerlo. Muy grande si tenemos en cuenta el carácter de mi jefe, por supuesto.

Después de dejarme la vista en Google Earth analizando bien la zona donde debíamos localizarnos estratégicamente para no estar ni lejos ni cerca de nuestros queridos fabricantes locales encontré un Hotel con muy buena pinta, aunque con un nombre sospechoso Haiyatt (¡coño, si le sobra una “a”!). No, no le sobra, es que las leyes de propiedad intelectual china son, digamos, muy permisivas (si es que hay alguna, claro).

Internet es una herramienta fantástica, y encontré la información suficiente, tanto del alojamiento en sí mismo, como de las actividades paralelas que se podían realizar allí en diversas guías y foros de viajes y de mongers, que es como parece ser se denomina a los busca-acompañantes internacionalmente. A mí me hace mucha gracia la palabrita de marras, tanto por su pronunciación como por su traducción literal: negociador.

Los precios terminaron de convencerme, algo menos de 90 euros una junior suite en un cinco estrellas es bastante razonable, creo yo.


La llegada al hotel después de 25 horas de taxis, aviones, escalas, más aviones y más taxis nos confirmó que habíamos acertado de pleno, y lo mejor aún estaba por descubrir.

Una cosa que se aprende viajando tan lejos es que el día que llegas no se puede trabajar, primero porque, al menos el aquí escribiente, llega con un jet lag de caballo percherón con unas ojeras que le dan dos vueltas a la cabeza; y segundo, porque hasta que la economía de la compañía no dé para volar como Dios manda, la “ergonomía” de los asientos de la clase turista no es la mejor del mundo. Vamos, que uno está cerca de treinta y tantas horas sin pegar ojo.

Así que, mucho día libre por delante y un nuevo hotel por investigar. Im-pres-cin-di-ble localizar el folletito de actividades del hotel...mmmmmm…spa y masajes, que mejor forma de relajar el cuerpo y recuperar algo de energía perdida que la reflexoterapia.

Llamadita a los colegas de viaje y a la planta 3. La de los masajes decentes. La de los increíblemente maravillosos masajes de pies. Un masaje de 2 horas cuesta la obscena (por baja) cantidad de 13 euros y no se circunscribe únicamente a los pies, sino que trabajan espalda, brazos, piernas y, de forma especialmente relajante, la cara y la cabeza.

Por 13 euritos yo me doy un masaje diario, si las circunstancias profesionales lo permiten, por supuesto. Esas cosas sólo se encuentran allí y hay que aprovecharlas.

Una vez masajeados, alimentados (el buffét japonés de la primera planta es sencillamente perfecto) y levemente siesteados, y tras una reponedora ducha decidimos avanzar en nuestra investigación sobre las posibilidades de ocio que el Haiyatt (no me digáis que no tiene gracia el nombre) puede ofrecernos para esas largas horas que discurren entre la cena (normalmente hecha entre las 6 y las 7) y la hora de irse a acostar, o a dormir, según se elija.

Debo apuntar en este momento un pequeño detalle. Solemos viajar tres personas, muy serias todas. Uno de nosotros tiene unas profundísimas creencias religiosas que le impiden, por decirlo de alguna forma, disfrutar de ciertas cosas que los otros dos, J (el mencionado en “Alyz”) y yo, sí sabemos aprovechar. Esto quiere decir que para no herir sus sentimientos debemos organizar todo de forma paralela. Requiere de una planificación estratégica sólo similar a la de cuadrar en España tu agenda, la de tu mujer y la de la correspondiente amiga de Hot.

Dicho esto, y después de apurar unos dramáticos, por mal hechos, gin-tonics en el lounge del hotel, pasamos a ejecutar la estrategia planificada previamente. Fingir que nos vamos a dormir para, pasados unos minutos, salir de la habitación furtivamente.

Sólo nos faltaban unos relojes intercomunicadores de esos de James Bond y, por supuesto, una conversación adecuada al momento (“Beef para Eater, Beef para Eater, ¿me recibes Eater?”; “Alto y claro, Beef, alto y claro”). No hizo falta, curiosamente en la asignación de habitaciones en la recepción a “alguien” le tocó su estancia en otra planta. Casualidades, oyes, no tiene nada que ver con que fuera yo el que realizó las gestiones (¿Maquiavelo is alive?).

Una vez libres de nuestro, aunque querido, muchas veces incómodo amigo, nos dispusimos a investigar eso del KTV, karaoke, para entendernos, que es donde supuestamente se encuentra lo que nosotros buscamos.

Se abre la puerta del ascensor y ¡sorpresa!, unas quince jovencitas chinas vestidas de princesas, como sólo en China se pueden imaginar que van las princesas vestidas, nos saludan todas a coro en un perfecto Chinglish: guzaftelnun sels, güelcom tu keitibi!!! (Good afternoon, sirs, welcome to KTV). Compañero, me parece a mí que hemos metido la pata y aquí se viene a cantar.

Desde ese momento nos acompaña una especie de maestra de ceremonias que se encarga de atenderte en todo momento y condición: servirte la copa, encenderte el cigarro, rellenarte la copa, apagarte el cigarro….pero nosotros no queremos ni beber (más) ni cantar, queremos conocer gente, del género femenino preferiblemente.

Solicitamos alguien que hable inglés, aunque sean cuatro palabras: y ahí apareció David. David es, era, el manager del KTV y, aunque de esto me di cuenta más tarde, el conseguidor oficial en China. Todo lo que quisieras en Houjie, David lo podía conseguir, desde cargadores de Ipod hasta Macallan de verdad, absolutamente todo.

Después de invitarnos a una copa y demostrarnos sus habilidades con el sipañol, decidí entrar en materia: “¿querido David, qué hay que hacer para conseguir compañía aquí?”. Respuesta inmediata: “Basta con decírmelo a mí”. EUREKA, LO ENCONTRAMOS!

David nos puso en manos de la única mami con algún conocimiento mínimo de inglés que se puso manos a la obra rápidamente, no sin antes disculparse porque el número de chicas disponibles no era muy alto dada la tardía hora, sobre las 10 de la noche, de madrugada, vamos.

Primer grupito, mucha chica joven, alguna de ellas demasiado joven para mi gusto, pero ninguna conexión. Creo que les damos miedo.

Segundo grupito, otras cinco o seis chicas, una de ellas bastante alta y con cara de mongola (de Mongolia, me vengo a referir). A mí me pareció una versión china de Sheena, Reina de la Selva, pero a J le gustó su pinta de guerrera amazona. Sigo sin conectar, joder, que especialito soy.

Tercer grupito, dos chicas nuevas junto con alguna miembro de los grupitos uno y dos. Esta mami se ha creído que somos tontos y que no las diferenciamos. Pero, ¿quién es esa personita pequeña de detrás?, y apareció ella, diferente, orgullosa, manteniendo la vista, segura de sí misma. Conexión hecha. Zhao Yang había entrado en mi vida.

2 comentarios

Il Conde -

Si lo cuento todo de una vez ser hace demasiado largo.

Además, el hecho de saber que alguien espera más "episodios" me motiva de sobremanera.

Muchas gracias por tu comentario, Popeye.

Popeye -

!!! No hay derecho !!! Estos artículos por entregas nos deja con demasiada intriga y tensíón. Veremos si no puedo dormir hoy o sueño con Zhao Tang, esa pequeña y hermosa china de mirada directa.