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Esos pequeños detalles...

Experiencia (por Icaro69)

A continuación os dejo con el precioso relato de la experiencia de Icaro69 con Klara, publicado con permiso expreso del autor.

 

No es un relato.

Es una carta abierta, sin fecha, ni sello. Inacabada que no escribe Ícaro, sino el alma de unas manos abiertas, tendidas.

No veréis a mis amigos los puntos suspensivos; no tienen palabras. Ni sentido.

Porque nació un punto de unión, de inflexión. Y seguido.

Por una vez, las metáforas duermen. El embrujo, bosteza.

Y sólo deseo, que el habitual rompecabezas....se convierta en un espejo nítido, sin reflejo; para incluso aquellos que pasean por primera vez por éste lugar. Donde podáis entender lo que yo antes dudaba y lo que ahora me purga, me subleva.

Posiblemente, éstas sean las experiencias más intensas que en seis meses de danza ésta morada me procuró. Aunque también, la más difícil de transmitir, de plasmar.

No es fácil. Ni mucho menos.

Cuando los sentimientos descontrolan a los instintos, surgen contradicciones, reproches, incoherencias y placeres indescriptibles que tambalean los cimientos de lo que creemos inamovible. Y con ella, con Klara, algo nació, algo crece. ¿Hasta cuando? ¿hasta dónde? ¿porqués?

No deseo saber más, de lo que ahora siento.

Ni esperar más, de lo que ella ande.

Dudé si ésta confesión, seguiría en el cofre de los secretos. Pero Klara merece saber lo que su mirada amansa, acuna, desaborla.

Dudé, si en "estimulantes" sería lo justo. Pero allá, sólo sangré. Allá pintan reinas de corazones. Y aquí, todas están boca arriba. Sin marcar. Mirándote a los ojos. Aquellos ojos que barajan al momento. Aguardando el roce, el escalofrío.

Y al final aquí me tienes, compartiendo mi debilidad, mi secreto, mi cariño ante todos los ojos de éste pequeño mundo. El nuestro. Nuestra cuna.

Comenzamos a jugar.....con la afinidad de dos almas en brega por intentar hallar en cada lado opuesto el alimento que crece en el aire y procura ternura, provoca deseo y presenta sus respetos: ni a una mujer, ni a un hombre. Sino a la más dulce emoción de sentir que alguien, desconocido es capaz de abrazar en pensamientos y te turba el pecho, nubla la razón y descontrola las formas. Y ya me ves escribiéndole al viento. A tus ojos. Y los de ellos.

Cruzaste el umbral de marzo, Klara, con la osadía y la gracia de quien se acerca lentamente, pero tan viva. Serena, pero tan intensa. De los espacios en blanco, del tiempo invisible, del mutuo respeto conocimos y comprendimos que era distinto. No había prisas. No la hay.

Tenemos todo el tiempo para perdernos en las escaleras de la vida. Ni subimos, ni bajamos. En el rellano, siempre nuestras piernas se enlazan. Nuestro vientre se encoge y la respiración del otro, encuentra el descanso. La extraña paz del deseo.

Y así me siento feliz, dichoso por conocer a cada nuevo encuentro tú endiablada figura. Sentir que el respirar, se acelera cuando me miras y te pausa cuando te miro. Y mañana, mañana al revés, Klara.

Aún recuerdo como si fuera ahora mismo aquel primer encuentro el gélido temblor de todo tu cuerpo, el frío y ardiente sudor que nos bañó de magia y empapó aquel lecho de pétalos con la incerteza de una primorosa primera vez.

Llevábamos semanas peinando las ansías, perfumando e imaginando si lo que sentíamos se escapa de nuestras manos o lo apretábamos con toda nuestra fuerza; si sería arte de magia o tendría pies y cabeza. Y el tiempo, ese péndulo que da o quita aquí te marca la hora exacta. Ni un minuto más, ni una noche menos.

Pero, Klara, olvidamos al corazón.

El me ha dado permiso para que mi gratitud se siga inspirando. Para que sigamos llegando como aquella mágica primera vez. Sin avisar. Sin esperar más de lo que sólo se siente cuando la carnalidad se entretiene al mirar por la ventana. Y cuando te vas el deseo traiciona aquella antigua travesía que desconoce cuando regresarán las ansías, aunque no duda, ni por un instante, que un aroma, un deje, una escena o una prenda alumbrará aquel claro de luna que cada noche se reencarna en eterna sonrisa.

Acunarte.

Sin dejar de desvanecerse.

Ambos sabemos que nuestros caminos van de la mano, sin pedirla. Ni enredarla.

Y lo más hermoso, lo más honesto es que ambos conocemos lo bueno y lo malo de nuestras miradas, de nuestras vidas en éste mundo que nos unió. El privilegio de sentirnos libres incluso en el purgatorio de los prejuicios.

Sabes donde estoy, y sé donde estás. Nos sabemos.

Iremos encontrándonos, paseando por el mundo de los sentidos.

Danzamos, Klara, en ésta burbuja de las formas, de lo que se ofrece y espera, pero ambos sentimos que la libertad, ni tiene precio, ni tiempo de espera, ni señales externas. De dentro el abrazo no miente, ni pervierte.

Llegará el día que cuando nadie nos conozca nuestras manos no dejarán de sudar, ni de esperar el calor del otro. No olvidaremos quien nos conoció y quien perpetuó.

Quizás, ésta terrible sinceridad desnuda lo insospechado, y se convertirá en una amistad, por encima incluso del cielo del placer.

Y ahí, no existen nubes, ni rastro de éstas palabras.

Tan sólo, querida Klara, nuestras miradas.

 

Espero que os haya gustado. El post completo, junto con las respuestas y comentarios, en este enlace:

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